Los síntomas de una reacción inmunológica a las fresas o los tomates pueden afectar a la piel (urticaria o dermatitis), irritar las mucosas y desencadenar un goteo nasal, y también pueden provocar dolor abdominal. Los alérgicos a los alimentos desarrollan los síntomas después de comer frutas o verduras frescas, mientras que los productos procesados suelen tolerarse.
Estudios anteriores han descubierto que hay varias proteínas tanto en las fresas como en los tomates, que pueden provocar reacciones alérgicas. El objetivo de los dos estudios publicados recientemente era cuantificar una importante proteína alergénica en las distintas variedades de fresas y tomates. Para analizar un amplio espectro, se seleccionaron en ambos casos variedades que diferían en tamaño, forma y color. Además, se investigó la influencia de las condiciones de cultivo orgánicas y convencionales, así como de los distintos métodos de procesamiento, desde el secado al sol y al horno hasta la liofilización de los frutos. Se asumió que la concentración de la proteína alergénica varía con el color de la fruta madura, el estado de crecimiento y el método de procesamiento.
La variedad específica marca la diferencia
Se examinaron 23 variedades de tomate de diferentes colores y 20 variedades de fresa de diferentes tamaños y formas para analizar el factor genético de la expresión de la proteína alergénica en las frutas.
La concentración del alérgeno en ambos tipos de fruta varió mucho entre las variedades. Además, se pudo confirmar la sensibilidad al calor de las proteínas: Si las frutas se exponían al calor durante el proceso de secado, su potencial alergénico era menor. Sin embargo, la influencia de las condiciones de cultivo (convencionales y ecológicas) sobre el contenido de alérgenos fue menor.
En consecuencia, las proteínas investigadas en los estudios (la proteína Sola l 4.02 en los tomates y la proteína Fra a 1 en las fresas) pueden servir en el futuro como marcadores para el cultivo de variedades hipoalergénicas de tomate y fresa.