Somos seres humanos y vivimos en cuerpos físicos que fallan y decaen con el paso del tiempo. A lo largo de la vida enfrentamos toda clase de retos a nuestra salud sea un resfriado, miopía, presión alta o alguna otra enfermedad más grave.
¿Qué nos dice la Biblia sobre la sanidad? ¿Está bien ir delante de Dios para presentarle nuestras enfermedades y pedirle que nos conceda salud? Sí, Dios escucha todas nuestras oraciones y desea obrar en nuestras vidas trayendo sanidad espiritual, emocional y, en algunas ocasiones, la sanidad física.
En la Biblia encontramos versículos bíblicos que hablan sobre este tema. Veamos algunos de ellos.
La sanidad y la obediencia
Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si escuchan mi voz y hacen lo que yo considero justo, y si cumplen mis leyes y mandamientos, no traeré sobre ustedes ninguna de las enfermedades que traje sobre los egipcios. Yo soy el Señor, que les devuelve la salud».
(Éxodo 15:26)
Dios declara que daría salud a su pueblo. Él los había librado de la esclavitud en Egipto y ellos conocían bien su poder, su amor y su cuidado. Dios les dice que los libraría de todas las enfermedades o plagas que habían visto en Egipto pero ellos, como pueblo de Dios, debían escuchar su voz, obrar en justicia y vivir en obediencia a sus mandatos.
La adoración a Dios trae bendición
Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. «Yo apartaré de ustedes toda enfermedad»
(Éxodo 23:25)
Dios le recuerda a su pueblo que su adoración debía estar dirigida solo a él. Dios no comparte su trono con nada ni nadie, algo que debemos recordar. Al obedecerle en esto recibimos la bendición de tener todo lo que necesitamos para nuestro bienestar físico (pan y agua) y también la salud que necesitan nuestros cuerpos.
Dios da a sus hijos salud espiritual y física
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias.
(Salmo 103:1-3)
Nuestra alma se renueva si nos enfocamos en las bondades y bendiciones que Dios nos ha concedido. Es bueno recordar todo lo que Dios nos ha dado y hecho por nosotros aun cuando estemos en medio de dificultades. Dios nos dio vida eterna, el perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestras dolencias, tanto las espirituales como las físicas, porque el poder de Dios no tiene límites.
Recibe ánimo al leer algunas de las razones que tenemos para alabar a Dios.
Dios escucha nuestro clamor
En su angustia clamaron al Señor, y él los salvó de su aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
(Salmo 107:19-20)
Debemos clamar a Dios en medio de nuestras enfermedades y dolores; él nos escucha y está presto a obrar. En el Salmo 107:19-20 vemos que el pueblo de Israel recuerda un momento en el que se había sentido angustiado. Cuando clamaron a Dios, él les dio salvación y sanidad. Dios envió su palabra para sanarlos a través de alguien (¿un ángel?) y los rescató de la muerte pues la situación era grave. Pero no hay nada imposible para Dios cuando está en su corazón la decisión de sanar.
4 versículos sobre el poder de Jesús para sanar toda enfermedad.
La palabra de Dios da vida
Hijo mío, atiende a mis consejos; escucha atentamente lo que digo. No pierdas de vista mis palabras; guárdalas muy dentro de tu corazón. Ellas dan vida a quienes las hallan; son la salud del cuerpo.
(Proverbios 4:20-22)
Hay sabiduría en la palabra de Dios, debemos obedecerla y atesorarla en nuestros corazones. Dios quiere lo mejor para nosotros y cuando vivimos como a él le agrada y como él nos dice, recibimos vida espiritual y salud física. Muchas veces, solo con decidir descansar en él y entregarle nuestras preocupaciones, nuestro cuerpo se renueva al llenarse de su paz y disfrutar de su compañía.
Mira lo que la Biblia dice sobre la sanidad y orar por los enfermos.
La obra de Jesús en la cruz
Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado.
Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.
(Isaías 53:4-5)
En estos versículos de Isaías, él profetiza sobre la muerte de Jesús en la cruz y cómo él llevó sobre sus hombros nuestras enfermedades físicas, emocionales y espirituales. No estamos solos en nuestros momentos de sufrimiento: Jesús está con nosotros. Él entiende lo que sentimos y sabe lo que necesitan nuestro espíritu, alma y cuerpo.
Jesús cargó con todas nuestras enfermedades y dolores en la cruz. Gracias a él tenemos paz con Dios y paz en medio de las circunstancias difíciles que enfrentamos. Por sus heridas recibimos sanidad espiritual, no moriremos eternamente y esa es la obra más grande de Cristo en la cruz. Dios quiere darnos también sanidad física y emocional aunque debemos entender que es él quien decide cómo y cuándo nos la da.
La autoridad de los discípulos para sanar
Dondequiera que vayan, prediquen este mensaje: «El reino de los cielos está cerca”. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios. Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente.
(Mateo 10:7-8)
Cuando Jesús envió sus doce discípulos a llevar su mensaje al pueblo de Israel les dio autoridad para liberar a las personas del poder del enemigo y sanar toda enfermedad (Mateo 10:1). Ese era el ministerio que debían llevar a cabo y la sanidad era una parte importante de este.
Cuando el reino de Dios se manifiesta ocurren milagros, sanidades y liberaciones. Dios es todopoderoso y quiere bendecir a los que se acercan a él. Por esto, él capacita a sus hijos para poder realizar su ministerio. En 1 Corintios 12:9 leemos que uno de los dones que Dios da a la iglesia es el don de sanidad pues todavía hoy él desea bendecir, sanar y restaurar a todos los que le buscan.
Aprende más sobre los dones del Espíritu Santo y cómo usarlos.
El rol de la fe
¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó.
Rabí, quiero ver —respondió el ciego.
Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado.
Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.
(Marcos 10:51-52)
En este pasaje de Marcos 10 encontramos uno de los muchos milagros de sanidad que hizo Jesús: la sanidad del ciego Bartimeo. Este ciego mendigaba en el camino en Jericó. Él había oído sobre los milagros de Jesús y permanecía alerta esperando su oportunidad para pedirle que le sanara.
Los versículos 46 al 50 dicen que tan pronto Bartimeo se enteró de que Jesús estaba cerca comenzó a gritar diciendo «¡Hijo de David, ten compasión de mí!». No tuvo vergüenza ni reparos. Él sabía lo que quería, sabía que Jesús lo podía sanar y estaba dispuesto a gritar hasta recibir lo que anhelaba. Jesús le escuchó y le llamó, así que Bartimeo dio un salto y se puso de pie, se despojó de su capa y se acercó a Jesús.
¿Por qué Jesús le pregunta qué quiere? Era obvio que él deseaba ser sanado. Pero hay momentos en los que Dios desea que le digamos exactamente lo que queremos que él haga, y en el caso de Bartimeo, Jesús concedió la sanidad. Le dijo «tu fe te ha sanado» y en ese instante el ciego pudo ver. A veces Dios solo está esperando una muestra de fe de nuestra parte para realizar el milagro que él ya ha decidido hacer.
3 historias bíblicas sobre enfermedades en las que Dios se glorificó
Orar y ungir a los enfermos
¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará. Y, si ha pecado, su pecado se le perdonará.
(Santiago 5:14-15)
Los enfermos deben llamar a los ancianos de la iglesia para que oren y los unjan en el nombre de Jesús. La mención del aceite, muy usado en ese tiempo para tratar dolencias y enfermedades, parece indicar que no debemos descartar la medicina ya que Dios puede usar a los médicos y los medicamentos para traer salud a nuestros cuerpos.
Aquí también se habla sobre la importancia de reconocer nuestros pecados pues hay algunas enfermedades que vienen por causa del pecado. Debemos vivir en obediencia a Dios. Pero si fallamos, Dios no nos deja sin salida. Podemos confesarle nuestros pecados, recibir oración, ser ungidos y restaurar nuestra relación con él a la vez que recibimos la sanidad de nuestros cuerpos.
Sanidad y nueva vida en Cristo
Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados.
(1 Pedro 2:24)
Aquí el apóstol Pedro hace referencia a Isaías 53:4-5 y la profecía sobre Jesús y su muerte. Jesús llevó todos nuestros pecados y los clavó en la cruz sufriendo el castigo que cada uno de nosotros debía haber sufrido. Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador recibimos la vida eterna que él ya obtuvo para nosotros.
Las heridas que Jesús sufrió en la cruz y la sangre que él derramó nos conceden la sanidad espiritual o salvación. En Cristo recibimos también toda la sanidad física que necesitamos, pero el anhelo principal de Dios es salvarnos de la muerte eterna, que dejemos atrás el pecado y vivamos para él.
En Apocalipsis 21:4 leemos:
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir.
Tenemos la esperanza de la vida eterna ya que en algún momento morirá nuestro cuerpo físico y pasaremos a la eternidad con Jesús. No importa cuánto suframos mientras vivimos aquí en la Tierra, sabemos que nuestra eternidad estará llena de salud, de gozo y de todas las cosas buenas que Dios ya ha preparado para nosotros.
Salmos para enfermos y para orar por salud