Anatomía comparada, estudio comparativo de las estructuras corporales de diferentes especies de animales para comprender los cambios adaptativos que han sufrido en el curso de la evolución a partir de ancestros comunes.
Encyclopædia Britannica, Inc.
La anatomía comparativa moderna se remonta a los trabajos del naturalista francés Pierre Belon, quien en 1555 demostró que los esqueletos de los humanos y de las aves están construidos con elementos similares dispuestos de la misma manera. A partir de este humilde comienzo, el conocimiento de la anatomía comparada avanzó rápidamente en el siglo XVIII con los trabajos de dos naturalistas franceses -Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon, y Louis-Jean-Marie Daubenton- que compararon las anatomías de una amplia gama de animales. A principios del siglo XIX, el zoólogo francés Georges Cuvier dotó al campo de una base más científica al afirmar que las características estructurales y funcionales de los animales son el resultado de su interacción con el entorno. Cuvier también rechazó la idea del siglo XVIII de que los miembros del reino animal estaban ordenados en una única serie lineal desde los más simples hasta los humanos. En su lugar, Cuvier organizó a todos los animales en cuatro grandes grupos (vertebrados, moluscos, articulados y radiados) según el plan corporal. Otra gran figura en este campo fue el anatomista británico de mediados del siglo XIX Sir Richard Owen, cuyo vasto conocimiento de la estructura de los vertebrados no le impidió oponerse a la teoría de la evolución por selección natural que desarrolló y dio a conocer el naturalista británico Charles Darwin. Darwin hizo un amplio uso de la anatomía comparada para avanzar en su teoría, y ésta a su vez revolucionó el campo al explicar las diferencias estructurales entre las especies como resultado de su descendencia evolutiva por selección natural a partir de un ancestro común.
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Desde la época de Darwin, el estudio de la anatomía comparada se ha centrado en gran medida en las estructuras corporales que son homólogas, es decir, las que en diferentes especies tienen el mismo origen evolutivo, independientemente de su función actual. Estas estructuras pueden tener un aspecto muy diferente y realizar tareas distintas, pero aún así pueden remontarse a una estructura común en un animal que fue ancestral para ambos. Por ejemplo, las extremidades anteriores de los seres humanos, las aves, los cocodrilos, los murciélagos, los delfines y los roedores han sido modificadas por la evolución para desempeñar diferentes funciones, pero todas son evolutivamente rastreables hasta las aletas de los peces crossopterigios, en los que se estableció por primera vez esa disposición básica de los huesos. Las estructuras análogas, por el contrario, pueden parecerse entre sí porque realizan la misma función, pero tienen diferentes orígenes evolutivos y a menudo una estructura diferente, siendo las alas de los insectos y de las aves un excelente ejemplo de ello.