Antracita

La antracita, también llamada hulla, es la forma de carbón más metamorfoseada. Contiene más carbono fijo (86 por ciento o más sobre una base seca y libre de cenizas) que cualquier otra forma de carbón y la menor cantidad de materia volátil (14 por ciento o menos sobre una base seca y libre de cenizas), y tiene valores caloríficos cercanos a los 35 megajulios por kilogramo (aproximadamente 15.000 unidades térmicas británicas por libra), no muy diferentes de los valores caloríficos de la mayoría de los carbones bituminosos. La antracita es la forma de carbón menos abundante. En Estados Unidos se encuentra sobre todo en el noreste de Pensilvania y constituye menos del 2% de todas las reservas de carbón del país. Hay cantidades menores de antracita en Sudáfrica, Australia, el este de Ucrania, el oeste de Canadá, China y otros países.

Antracita

Antracita.

Las antracitas son de color negro a gris acero y tienen un brillo casi metálico. Pueden pulirse y utilizarse con fines decorativos. Duras y quebradizas, las antracitas se rompen con fractura concoidea en fragmentos afilados. A diferencia de muchos carbones bituminosos, son limpios al tacto. Aunque las antracitas son difíciles de encender, arden con una llama azul pálido y requieren poca atención para mantener la combustión. En el pasado se utilizaban para la calefacción doméstica porque producen poco polvo al manipularlas, arden lentamente y emiten relativamente poco humo. En la actualidad, la antracita apenas se utiliza con este fin debido a su limitada abundancia y a su coste relativamente elevado, así como a la fácil disponibilidad de otras fuentes de energía (por ejemplo, el gas natural y la electricidad) para la calefacción.

Aunque las antracitas suelen aparecer en zonas geológicamente deformadas, como en las rocas sedimentarias intensamente plegadas de la región antracítica de Pensilvania, su origen se debe a un calentamiento superior al normal provocado por la presencia de intrusiones ígneas cercanas o de altos gradientes geotérmicos. Ambos fenómenos producen temperaturas muy superiores a las que se alcanzan en profundidad en la mayoría de las cuencas sedimentarias. Por ejemplo, en la Antártida, grandes sills ígneos intruyeron las medidas de carbón y convirtieron parte del carbón bituminoso existente en antracita. Se cree que para la formación de antracita son necesarias temperaturas que oscilan entre los 170 y los 250 °C.

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