Imagina que estás en el escenario: todo el mundo te mira, eres el centro de atención y el público está pendiente de todos tus movimientos. Así es como se siente la autoconciencia.
La autoconciencia nos mantiene luchando en la batalla por controlar nuestra autoimagen. Todos hemos intentado imaginar lo que los demás piensan de nosotros: ya sea algo bueno o malo, forma parte de la naturaleza humana preocuparse por ser aceptado y formar parte de una tribu. El problema comienza cuando le das demasiado poder a las opiniones de los demás sobre ti y te acomplejas por ello.
¿Qué causa la autoconciencia?
La respuesta corta: tu ego.
La larga: según la autora del libro Cynthia Athina Kemp Scherer, «Cuando te sientes autoconsciente, tu ego está activamente involucrado. El ego es el responsable de comprobar la realidad. Parte de su función es crear un sentido de identidad personal. En este proceso, el ego está constantemente preparado para poner a prueba tu relación con los que te rodean, por lo que está constantemente sopesando y evaluando a las personas que te rodean. A veces, la autoconciencia nace del deseo de complacer a los demás para encajar con ellos. O bien, puede haber un impulso de satisfacer sus expectativas para que seas más aceptable para ellos.’
Hay una gran diferencia entre ser consciente de uno mismo y estar cohibido: la autoconciencia consiste en verte a ti mismo y a tu entorno de forma objetiva en el momento presente, mientras que la autoconciencia es una preocupación por uno mismo.
Esto es lo que he aprendido de mi práctica hasta ahora sobre cómo dejar de ser consciente de sí mismo y ser más consciente de sí mismo en su lugar:
Deja de objetivarte
Si te pones a buscar la validación, la aprobación de otras personas, o quieres sentir que perteneces a algún lugar, estás en un gran problema. Al objetivarte, esencialmente te estás mostrando a ti mismo que no se puede confiar en ti y que las opiniones de otras personas sobre ti importan más que tu opinión sobre ti mismo.
Tú no eres los likes que obtienes en Instagram. No eres los piropos o comentarios groseros que escriben los desconocidos en Internet. Tampoco eres el ascenso que te dio tu jefe o ese elogio que te hizo tu mamá.
Recuerda: eres valiosa sin importar lo que los demás piensen de ti. Eres hermosa a tu manera.
No dejes que otras personas determinen tu valor. No eres un objeto. Click To Tweet
Eleva tu conciencia
En lugar de ser más consciente de ti mismo, apunta a ser consciente: desprejuiciadamente de lo que sucede a tu alrededor. Haré un vídeo aparte en las próximas semanas sobre cómo dominar a tu crítico interior y elevar tu conciencia, así que asegúrate de suscribirte a mi canal de youtube si no quieres perdértelo.
Para empezar, toma conciencia de la autoconversación negativa en la que participas a diario. Qué cosas malas te dices a ti mismo? ¿Deseas ser más delgado, más bonito, más exitoso? ¿Te comparas con los demás con demasiada frecuencia? Da un paso atrás y reflexiona sobre tus patrones de pensamiento negativos.
Si a menudo te sientes inadecuado en una situación social, es muy probable que el problema real sea la forma en que percibes tu entorno. Presta atención a los pensamientos que pasan por tu cabeza y a los sentimientos que experimentas como resultado de ellos.
Deshazte de la vergüenza y el bochorno
Sentirse acomplejado significa vivir en un mundo en el que cada situación se convierte en una amenaza potencial para nuestra supervivencia, y experimentamos miedo al rechazo, la vergüenza y el bochorno. Si nos involucramos en situaciones sociales de bajo riesgo y experimentamos interacciones positivas, es más fácil volverse menos cohibido y combatir la sensación de incomodidad.
Como ya he compartido en una entrada del blog, ‘La vergüenza es ese sentimiento doloroso y de auto-desprecio de que no eres lo suficientemente bueno, que eres una mala persona, o que necesitas convertirte en otra persona para tener éxito. Estás constantemente buscando pruebas para demostrarte a ti mismo que no eres suficiente.
¿La verdad? Eres suficiente tal y como eres. No necesitas hacer nada para demostrar tu valía a los demás. Por favor, no seas malo contigo mismo. Acéptate tal y como eres y no intentes ocultar tus imperfecciones, abrázalas en su lugar.
Responsabilízate de tus actos
Una de las razones por las que nos acomplejamos es porque intentamos escapar de la fea verdad: nuestros actos tienen consecuencias. En lugar de machacarte la próxima vez que llegues tarde a una reunión, acepta la situación tal y como es: llegas tarde, tú eres la razón por la que llegas tarde y no tiene sentido darle demasiadas vueltas.
La buena noticia es: si quieres cambiar el resultado, siempre puedes elegir un enfoque diferente la próxima vez que tengas una situación similar entre manos. Tú eres responsable de tu propia felicidad, de tus defectos y de la cantidad de drama que invitas a tu vida. Conócete a ti mismo lo suficiente como para tomar decisiones que se alineen con tus valores fundamentales: siempre te darán los mejores resultados.
Una vez que adquieras el hábito de responsabilizarte de todo lo que ocurre en tu vida y decidas dejar de jugar el cómodo papel de víctima, verás una mejora significativa en tus relaciones con los demás y, sobre todo, en tu relación contigo mismo.
Sirve a los demás encontrando tu misión
No puedes estar acomplejado y ayudar a los demás al mismo tiempo, simplemente no funciona así. Cuando te apasiona algo, y quieres servir a los demás, tu necesidad de autoimportancia desaparecerá.
Yo me despierto cada mañana y me hago una simple pregunta: «¿Qué voy a hacer hoy para ayudar a tanta gente como pueda?». Me centra rápidamente y me libra de todo el ruido de la «aprobación de las redes sociales» que aparece en mi cabeza de vez en cuando.
Enfócate en tu misión. Deja que sea el combustible para cada decisión que tomes en tu vida. Hazla tu prioridad número uno y experimentarás mucha más claridad. Si no sabes cuál es tu misión, no te preocupes. A mí me llevó muchos años encontrar la mía y la buena noticia es que no tienes que hacerlo todo tú solo.
Al final del día, no importan tus números de vanidad, lo que importa es cuántas vidas has cambiado.
Simplemente tuyo,