Cómo Georgy Zhukov, el mayor líder militar de la Unión Soviética, se enfrentó a Stalin después de la Segunda Guerra Mundial

Cuando Georgy Zhukov, el mariscal soviético más destacado durante la Segunda Guerra Mundial, murió en 1974 tras 15 años retirado y alejado de la vida pública, el poeta emigrado Joseph Brodsky escribió un poema titulado «Sobre la muerte de Zhukov». En el poema, Brodsky lo calificó como uno de los que «en formación militar marcharon audazmente hacia las capitales extranjeras, pero regresaron con miedo a la suya propia.»

Quizás el término «miedo» sea una pequeña licencia poética en este caso, ya que es poco probable que Zhukov, que derrotó a los japoneses en las batallas de Jalkhyn Gol en 1939 y fue uno de los comandantes militares más exitosos durante toda la guerra contra Alemania, tuviera realmente miedo de algo.

Brodsky, sin embargo, tenía razón porque después de la guerra José Stalin apuñaló a Zhukov por la espalda como ningún adversario extranjero podría haber soñado.

Disparando a un rival

Georgy Zhukov (a la izquierda entre los tres centrales) con el mariscal de campo Sir Bernard Montgomery y los comandantes militares soviéticos en Berlín.
Dominio público

En 1946, Zhukov fue nombrado al mando de la zona de ocupación soviética en Alemania y ejerció de comandante en jefe de las fuerzas terrestres soviéticas. Parecía tener un futuro brillante por delante. Pero todo cambió ese mismo año cuando Stalin despojó a Zhukov de todos sus cargos y lo envió a la remota ciudad sureña de Odessa para dirigir un distrito militar local. Un exilio bastante humillante para un héroe de guerra de esta magnitud.

El mariscal Zhukov y José Stalin.
Getty Images

Stalin tenía una especie de excusa endeble: El mariscal Alexander Novikov, que dirigía las Fuerzas Aéreas, había afirmado que Zhukov estaba conspirando contra él. De hecho, Novikov fue obligado a firmar este «testimonio» contra Zhukov bajo tortura. «Me rompieron la moral, estaba desesperado… noches de insomnio… así que lo firmé, sólo para detenerlo», confesaría Novikov más tarde. Pero este testimonio forzado es el que dio pie a Stalin para acusar a Zhukov de «bonapartismo» y enviarlo al exilio.

Lo que realmente ocurrió es que Stalin quería deshacerse de un potencial rival del que desconfiaba y al que temía. Zhukov se había hecho enormemente popular durante la guerra, hasta tal punto que podría haber supuesto un desafío al monopolio del poder de Stalin. Como dijo el propio Zhukov cuando se le preguntó por qué Stalin utilizó acusaciones falsas como excusa para enviarlo al exilio: «Estaba celoso de mi gloria». Y Beria alimentó aún más ese sentimiento»

Servicio de tranquilidad

Zhukov en Odessa.
Sputnik

Durante los años 1946-1948, Zhukov vivió en Odesa y se dedicó a luchar contra el crimen, un gran paso atrás para un hombre que dirigió el ejército que aplastó el nazismo. Sin embargo, Zhukov no dio muestras de insubordinación. En 1947, las autoridades locales anunciaron que el crimen organizado, que prosperó tras la guerra, había sido derrotado. Circularon rumores de que Zhukov había sancionado el fusilamiento de criminales en el acto y sin juicio. Aunque esto podría ser sólo una leyenda urbana, refleja la actitud que la gente tenía hacia Zhukov en ese momento.

En 1948, Stalin envió a Zhukov aún más a las provincias, nombrándolo comandante del Distrito Militar de los Urales en Sverdlovsk (1700 km al este de Moscú). Ese mismo año, Zhukov fue acusado de saqueo durante la toma de Berlín y tuvo que presentar excusas: «No debería haber recogido esos trastos inútiles y ponerlos en algún almacén, suponiendo que ya nadie los necesita». Permaneció en Sverdlovsk hasta 1953, el año en que murió Stalin.

De vuelta al poder

Stalin murió el 5 de marzo de 1953.
Dmitry Chernov / Sputnik

Sólo un mes antes de su muerte, Stalin ordenó a Zhukov que regresara a Moscú. Zhukov pensó que Stalin necesitaba su experiencia militar para preparar una posible guerra contra Occidente y que por eso había terminado su exilio. Sea como fuere, tras la muerte de Stalin, Zhukov fue nombrado viceministro de Defensa y desempeñó un papel crucial en la política soviética.

Fue él quien arrestó a Lavrenty Beria, uno de los secuaces más poderosos y siniestros de Stalin, profundamente relacionado con el NKVD, el todopoderoso y opresivo servicio secreto de la Unión Soviética. Otros oficiales, entre ellos el futuro líder Nikita Khrushchev y el menos conocido Georgy Malenkov, que había formado un triunvirato con Beria, conspiraron contra él. La autoridad de Zhukov en el ejército ayudó enormemente.

Detuvo a Beria personalmente con la ayuda de soldados armados. «Vine por detrás, grité ‘¡Levántate! Estás arrestado y le inmovilicé los brazos mientras se levantaba», recuerda Zhukov en sus memorias. Beria fue ejecutado posteriormente (sin la participación de Zhukov).

Contra el estalinismo

Jruschov y Zhukov.
Global Look Press

Al igual que Jruschov, Zhukov fue leal a Stalin mientras éste vivía, pero fue más allá al denunciar los errores y las represiones innecesarias y brutales de Stalin tras su muerte. Como señala el historiador Leonid Maximenkov, Zhukov, mientras ocupaba el cargo de ministro de Defensa entre 1955 y 1957, «tenía su propio plan de lucha contra el estalinismo y los estalinistas»

Reabrió los casos de los comandantes militares que habían sido condenados a muerte basándose en falsas acusaciones en la década de 1930. Varias veces consiguió castigar a los generales responsables de las mismas, despidiéndolos de sus puestos.

Zhukov en su casa.

Esto, según Maximenkov, es lo que llevó a Jruschov a obligar a Zhukov a retirarse. Jruschov sabía perfectamente cuántos funcionarios, incluidos los de los puestos más altos y él mismo, estaban implicados en los negocios sucios de los años treinta. Purgar a los miembros del aparato implicados en los crímenes de los años 30 supondría el riesgo de dañar todo el sistema soviético. Así que en 1957, los nuevos dirigentes obligaron a Zhukov a retirarse, acusándole de haber consolidado demasiado su poder.

Esta vez sí que su carrera militar llegó a su fin. Pasó el resto de su vida escribiendo memorias y concediendo entrevistas ocasionales, la mayoría de ellas sobre la guerra y sin apenas mencionar el periodo de intrigas sin escrúpulos que vino después.

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