La velocidad del viento de un devastador huracán de categoría 5 puede superar las 150 millas por hora (241 km/hora). Ahora imagine otro tipo de viento con una velocidad media de 0,87 millones de millas por hora (1,4 millones de km/hora). Bienvenido al viento que comienza en nuestro Sol y no se detiene hasta después de alcanzar el borde de la heliosfera: el viento solar.
La corona es la atmósfera interior del Sol -el brillo que puede verse rodeando un Sol eclipsado- y el hogar del viento solar en continua expansión. En este momento, la Sonda Solar Parker -una misión de la NASA lanzada en 2018- está orbitando el Sol y se acercará hasta 6,16 millones de kilómetros de la superficie del Sol. Parker está recopilando nuevos datos sobre las partículas solares y los campos magnéticos que componen el viento solar. Más concretamente, dos de sus principales objetivos son examinar la energía que calienta la corona y acelera el viento solar, y determinar la estructura de los campos magnéticos del viento.
Aunque muchas teorías describen la historia del viento solar, esto es lo que sabemos: El viento solar que incide en la magnetosfera de la Tierra es el responsable de desencadenar esas majestuosas auroras que suelen verse en lugares cercanos a nuestros polos norte y sur. En algunos casos, también puede desencadenar tormentas meteorológicas espaciales que interrumpen todo, desde nuestros satélites en el espacio, hasta las comunicaciones de los barcos en nuestros océanos, pasando por las redes eléctricas en tierra firme.
Nicky Fox es la directora de la división de heliofísica en la sede de la NASA. Ella explica con más detalle cómo el viento solar perturba nuestra magnetosfera: «Cuando el viento fluye hacia la Tierra, arrastra consigo el campo magnético del Sol. Se desplaza a gran velocidad y choca con el campo magnético de la Tierra. El golpe provoca un choque en nuestra protección magnética, lo que puede provocar turbulencias».
La NASA también tiene otra razón para estudiar el viento solar y sus propiedades: el viento solar forma parte de un sistema meteorológico espacial más amplio que puede afectar a los astronautas y a la tecnología. Como señala Fox: «No sólo tenemos que garantizar que nuestros astronautas estén protegidos de los efectos nocivos de la radiación. También tenemos que proteger nuestros equipos. Así, ya hemos comprobado que el aluminio es un buen escudo para proteger nuestras naves de muchas partículas energéticas. Pero también hay partículas más rápidas que viajan a un 80% de la velocidad de la luz, que pueden causar estragos en las partes de una nave espacial. Pueden chocar y dañar los paneles solares, perturbar la electrónica o afectar a las corrientes eléctricas que fluyen a lo largo de las redes eléctricas. Por ello, actualmente estamos realizando pruebas con pequeñas piezas de tecnología para estudiar su capacidad de supervivencia en zonas de radiación intensa»
Conocer mejor los efectos del viento solar no sólo es importante para los que vivimos en la Tierra. Será fundamental para saber cómo mitigar sus efectos una vez que nuestros astronautas viajen de vuelta a la Luna y más allá durante largos periodos de tiempo.
Fox concluye: «Mi sensación es… si el Sol estornuda, la Tierra se resfría, porque siempre sentimos el impacto de lo que ocurre en el Sol gracias al viento solar».
Asómbrese de la ciencia que hay detrás del viento solar en science.nasa.gov