Aretha Franklin, reina indiscutible del soul, ha fallecido a los 76 años a causa de un cáncer. Tras anunciar su retirada en febrero de 2017 con una despedida en forma de álbum producido por Stevie Wonder (pendiente de publicación) y con una última actuación el pasado septiembre en Nueva York en una gala benéfica para la Fundación Elton John contra el VIH SIDA, es inevitable echar la vista atrás y recordar algunos de los grandes momentos que ha dejado. Un legado artístico que inauguraba en 1967 con su álbum I Never Loved a Man (The Way I Love You), cargado de reivindicaciones feministas –véase Respect, el tema de Otis Redding que reinterpretó convirtiendo en himno- y de defensa de lo derechos civiles de los ciudadanos negros en su país, que ha llevado a los escenarios durante más de cinco décadas llegando a emocionar, entre a otros muchos, al expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama.
Fue uno de los momentos más anecdóticos que la artista afincada en Detroit regaló en los últimos años. No estaba llamada a ser la protagonista de la noche cuando apareció en el escenario del Kennedy Center Honors (Washington D. C.) en 2015 para rendir homenaje a la compositora Carole King, creadora junto a Gerry Goffin de uno de los grandes éxitos de su carrera (You Make Me Feel Like) A Natural Woman, pero fue inevitable. En una noche en la que también se rendía tributo a los artistas Rita Moreno, George Lucas, Cicely Tyson y Seiji Ozawa, Aretha acaparó protagonismo irrumpiendo en el escenario para sorpresa de King y los allí presentes. Con un abrigo de pelo que arrastraba por el suelo, bolso en mano y lanzando un par de besos al público, Franklin se sentaba al piano y tocaba los primeros acordes de la canción.
Las cámaras de la CBS, cadena encargada de la retransmisión, enfocaban a Carole King que se revolvía de emoción en su asiento y, segundos después de empezar, ahí estaban Barack y Michelle Obama. Él se secaba la lágrimas con discreción y balbuceaba la letra, ella aplaudía también emocionada. Después Aretha se levantó, se quitó el abrigo tirándolo al suelo y siguió cantando. Al final de la actuación, el auditorio entero se puso en pie.
El gesto de Obama, que ya se había declarado fan de la artista, acaparó titulares y, meses después en un perfil publicado sobre Franklin en The New Yorker por el editor David Remnick, él mismo contaba vía mail lo que Aretha representa para él: «Nadie encarna más plenamente la conexión entre el espíritu afroamericano, el blues, el R. & B., el rock and roll y la forma en que las penas y el dolor se transformaron en algo lleno de belleza, vitalidad y esperanza. La historia de Estados Unidos surge cuando Aretha canta. Por eso, cuando se sienta al piano y canta A Natural Woman, puede hacerme llorar, del mismo modo que la versión de Ray Charles de America the Beautiful siempre será, en mi opinión, la pieza más patriótica de la música que se ha hecho porque captura la plenitud de la experiencia estadounidense, la visión desde abajo y desde arriba, lo bueno y lo malo, y la posibilidad de reconciliación y trascendencia».
Ni la primera ni la última vez que político y artista coincidirían sobre los escenarios. Después de aquella cita, el 29 de abril de 2016, el presidente la invitó a participar en su celebración del 50 aniversario del Día Internacional del Jazz en la Casa Blanca (a la que durante ese día rebautizó como la Blues House (Casa del Blues). Aretha se sentaba de nuevo al piano, esta vez para interpretar Purple Rain del entonces recién fallecido Prince. Antes dedicaba unas palabras de agradecimiento a Obama por su liderazgo y representación de «nosotras las personas, todas las personas», el presidente sonreía y asentía con la cabeza en primera fila. Pero su declaración de admiración mayor vino en realidad mucho antes, en 2009, cuando pidió a Aretha Franklin entonar el My Country, ‘Tis of Thee en su toma de posesión.