Un vuelo de doce horas desde Shanghai a San Francisco tiene sus inconvenientes, pero una de las ventajas es la posibilidad de ponerse al día con un montón de películas. Curiosamente, fue en estas circunstancias cuando finalmente vi la película de Al Gore Una verdad incómoda. Ya que me pareció persuasivo en los grandes puntos, permítanme mencionar sólo uno pequeño: el mito de la «rana en el agua hirviendo» que simplemente no desaparece.
Todos los que han escuchado un discurso político conocen esta historia: Si pones una rana en una olla con agua hirviendo, salta enseguida. Pero si la pones en una olla con agua agradable y cómoda y luego enciendes el fuego, la rana se dejará hervir complacientemente. Una versión estándar del cuento está aquí. La razón por la que es tan popular en política es que es una forma fácil de advertir sobre la lenta erosión de las libertades o cualquier otra amenaza lenta de la que se quiera hablar.
Este es el problema. Simplemente no es cierto. Si tiras una rana a una olla de agua hirviendo, (por desgracia) se hará bastante daño antes de que consiga salir… si es que puede. Y si la metes en una olla con agua tibia y luego enciendes el fuego, se escabullirá en cuanto esté incómodamente caliente.
¿Cómo lo sé? Digamos que, al igual que con el calentamiento global, las pruebas científicas están todas de un lado. La revista Fast Company hizo un admirable reportaje sobre el tema en su primer número, hace más de una década. La mejor cita (de las muchas buenas) del artículo era la del conservador de reptiles y anfibios del Museo Nacional de Historia Natural, que al ser preguntado por la historia de la rana hervida dijo «Bueno, eso es, puedo decir, una mierda». Hay mucho más en el mismo sentido, por ejemplo, aquí. El informe científico más interesante está en Google Answers, en respuesta a una petición de un ejemplo «biológicamente válido» de comportamiento animal que ilustrara el mismo punto.
¿Por qué molestarse en mencionar este momento de la película de Gore? De un político como, por ejemplo, el ex representante Tom DeLay, con sus novedosas interpretaciones de la condición médica de Terry Schiavo, apenas se notaría. Pero de nuestro científico-estadista, Al Gore, no… Para ser justos, su caso no es tan embarazoso como el de la revista de la Asociación Médica Canadiense, que utilizó la parábola de la rana en un editorial reciente.
Las ranas ya lo tienen bastante difícil, con la disminución de los terrenos pantanosos y las aguas contaminadas. La retórica política también tiene sus problemas. Por el bien de las ranas, y por el del discurso público menos idiotizante, retiremos esta estúpida canallada, o grenouille.