El arbusto, obviamente, llevaba bastante tiempo creciendo en esa pequeña isla de suelos serpentinos. La vegetación circundante había ocultado eficazmente su presencia del ajetreo de los viajeros que cruzan cada día este tramo de rampas de entrada y salida. Curiosamente, esta planta debe toda su existencia a la perturbación que creó la autopista en primer lugar. Las manzanitas depositan un banco de semillas persistente año tras año y esas semillas pueden permanecer latentes hasta que una perturbación, normalmente un incendio pero en este caso la construcción de una carretera, las despierta de su letargo. Es probable que el personal de la carretera haya perturbado los suelos serpentinos lo suficiente como para que esta única manzanita franciscana pudiera germinar y sobrevivir.
El redescubrimiento de la última manzanita franciscana silvestre fue muy amargo. Por un lado, se había redescubierto una especie que se creía extinguida durante 60 años. Por otro lado, este único individuo estaba extremadamente estresado por los años de gases nocivos de los coches y, ahora, por la repentina afluencia de luz solar debida a la eliminación de los árboles que antes la cobijaban. Además, esta pequeña isla de vegetación estaba condenada a la destrucción debido a la actual construcción de la autopista. Rápidamente se hizo evidente que si esta planta tenía alguna posibilidad de sobrevivir, había que hacer algo drástico.
Se consideraron muchos escenarios posibles de rescate, desde la clonación de la planta hasta el traslado de trozos de ella a jardines botánicos. Al final, se decidió la opción más heroica: esta única manzanita franciscana iba a ser reubicada en una zona natural gestionada con una composición del suelo y un microclima similares.
El traslado de un arbusto establecido no es fácil, especialmente cuando ese individuo en particular ya está estresado al máximo. Por ello, se adoptaron numerosas medidas de seguridad para preservar el legado genético de este individuo silvestre restante por si acaso no sobrevivía a la prueba. Se tomaron esquejes de tallo para poder enraizarlos y clonarlos en un laboratorio. Se cortaron ramas enraizadas y se llevaron a invernaderos para que crecieran hasta convertirse en individuos autosuficientes. Se recogieron numerosas semillas de la sorprendente cantidad de frutos maduros presentes en el arbusto ese año. Por último, se recogió y almacenó el suelo que contenía años del banco de semillas de esta manzanita franciscana, así como la comunidad microbiana asociada a las raíces, para ayudar en futuros esfuerzos de reintroducción.