A los padres y a los niños les encanta el deporte, y es fácil dejarse llevar por un partido y centrarse en ganar. Sin embargo, hay mucho más que ganar de la experiencia deportiva que un récord de victorias. Cuando los niños y adolescentes participan en los deportes, son capaces de aprender y poner en práctica valores que les acompañarán el resto de sus vidas.
El buen espíritu deportivo es una de las lecciones de vida que los niños pueden aprender del deporte. Puedes ayudar a tus hijos a entender y valorar la buena deportividad mientras te aseguras de que tengan una experiencia deportiva segura y divertida.
La buena deportividad puede parecer difícil de definir, pero sus señas de identidad incluyen ser capaz de ganar sin regodearse, respetar a los oponentes y ser capaz de perder con elegancia. Estos son algunos principios importantes que debe inculcar a sus hijos:
-
Si pierdes, no inventes excusas.
- Si ganas, no lo restriegues.
-
Aprende de los errores y vuelve al juego.
-
Siempre da lo mejor de sí mismo.
-
Si otra persona comete un error, mantente alentado y evita criticar.
-
Muestra respeto por ti mismo, por tu equipo y por los árbitros del partido.
-
Evite las discusiones. Concéntrese en el juego en lugar de ceder a la ira con los compañeros de equipo, los entrenadores o los árbitros. Evita siempre utilizar malas palabras y palabras negativas.
-
Todos deben tener la oportunidad de jugar. En los deportes juveniles, es importante animar incluso a los jugadores menos hábiles a que se diviertan jugando. Los padres, los entrenadores e incluso otros jugadores tienen un papel importante a la hora de permitir que los compañeros con menos talento tengan tiempo para participar.
-
Juega limpio. Los buenos deportistas quieren ganar porque han seguido las reglas y han jugado lo mejor posible. Nunca apoyes ningún esfuerzo por ganar que intente saltarse las reglas. Las trampas no son aceptables.
-
Siga las instrucciones. Haga hincapié en la importancia de escuchar a los entrenadores y a los árbitros y de seguir sus indicaciones mientras estén en el campo y participen en las actividades del equipo.
-
Respete al otro equipo. Tanto si tu equipo gana como si pierde, es importante mostrar respeto por el esfuerzo del otro equipo. Si el otro equipo gana, acepte la derrota, reconozca sus habilidades y siga adelante. Si tu equipo gana, resiste a presumir: eso es lo que significa ser un ganador amable.
- Anima a los compañeros de equipo. Los deportes de equipo funcionan mejor cuando cada individuo apoya al equipo. Elogie a sus compañeros de equipo por lo que hacen bien y anímelos cuando cometan errores. Evite las críticas y las acciones poco amables. Los padres deben modelar este comportamiento para los niños elogiándolos por cosas específicas que hayan hecho bien, incluso si han cometido un error o no han jugado tan bien como se esperaba.
-
Respete las decisiones de los árbitros y otros funcionarios. Estas personas son las encargadas de tomar decisiones difíciles sobre las jugadas del juego. El buen espíritu deportivo requiere que aceptes una decisión, incluso si no estás de acuerdo con ella. Recuerde que sólo es una decisión en un partido largo: vuelva a jugar y concéntrese en el juego.
-
Termine con un apretón de manos. Los buenos deportistas disfrutan del deporte y saben cómo terminar un partido con una nota positiva, hayan ganado o no. Las amenazas, el enfado, las críticas y otras expresiones negativas no son aceptables.
Los padres son importantes modelos de conducta, así que deja que tus hijos te vean defender estos principios, tanto si practicas un deporte como si animas al equipo de tu hijo desde la barrera.
Consejos para enseñar la buena deportividad
La buena deportividad incluye seguir ciertas pautas de buen comportamiento. Comparta estos conceptos con sus hijos:
Siga las reglas del juego. Puede parecer más fácil ganar haciendo las cosas de otra manera (haciendo trampas), pero todos tienen que seguir las reglas. Explíquele a su hijo que las reglas se crean para que el deporte se pueda practicar de forma organizada.
Se trata de un juego de palabras, pero no de un juego de palabras.