Cuando se piensa en el desarrollo de cálculos en el cuerpo, se puede pensar inicialmente en la vesícula biliar o en el riñón. Sin embargo, hay otro órgano que también puede desarrollar cálculos: las amígdalas.
Los cálculos de amígdalas, también llamados «tonsilolitos», son calcificaciones hechas de moco endurecido, bacterias y otras partículas que se forman en lo profundo de las grietas de las amígdalas. Las imágenes de los cálculos amigdalinos revelan que tienen una forma irregular, son de color blanquecino y suelen ser más pequeños que un guisante. Tal vez lo peor de todo es que casi siempre huelen mal y con frecuencia causan halitosis, o mal aliento.
Las amígdalas son glándulas situadas en la parte posterior de la garganta, y forman parte del sistema linfático, que incluye los ganglios linfáticos y el bazo. Las amígdalas tienen pequeñas bolsas, o «criptas», que suelen ser propensas a atrapar alimentos, mucosidad y células muertas. Con el tiempo, este material atrapado se endurece y se calcifica, y se forman los tonsilolitos o piedras de amígdalas.
Aunque es posible que las piedras de amígdalas no produzcan ningún síntoma, el síntoma más común es el mal aliento excepcional. También son comunes otros síntomas, como dolor de garganta, dificultad para tragar, ataques de tos y asfixia.
A veces, aunque no siempre, las piedras pueden ser visibles cuando se mira en la parte posterior de la garganta, e incluso puede descubrir que ha tosido una piedra. También puede tener la sensación de tener un trozo de comida o algo similar atascado en la parte posterior de la garganta.
No es infrecuente que el enfermo de amigdalitis desarrolle infecciones secundarias, como la amigdalitis, por la que las amígdalas se inflaman y se vuelven sensibles (otros síntomas incluyen dolores corporales, fiebre, etc.). En caso de que sospeche que puede tener amigdalitis, debe consultar a su médico para obtener un diagnóstico y un tratamiento adecuados.
El tratamiento de las piedras de amígdalas incluye una variedad de opciones y normalmente depende del tamaño de la(s) piedra(s), así como del nivel de molestia que esté experimentando. Si los cálculos son relativamente pequeños y producen pocos o ningún síntoma, puede optar por no realizar ningún tratamiento. También es posible que los cálculos se desprendan por sí solos y resuelvan el problema sin intervención adicional. Sin embargo, esta puede no ser una opción viable.
Es importante utilizar un enjuague bucal eficaz o un colutorio para tratar el mal aliento que resulta de las piedras en las amígdalas. También puede optar por intentar desalojar la piedra con mucho cuidado con el uso de un pico oral o un hisopo de algodón.
En ciertos casos, su médico puede optar por un antibiótico en el tratamiento de sus piedras de amígdalas. Es importante tener en cuenta, sin embargo, que los antibióticos pueden o no pueden ser útiles, y no pueden abordar el problema subyacente que causa las piedras de las amígdalas, sino que sólo tratará ciertos síntomas.
Una opción algo más extrema (pero a veces necesaria) sólo se requiere típicamente en el caso de que las piedras de las amígdalas sean muy grandes y causen gran molestia. Su médico puede optar por eliminar las piedras quirúrgicamente. Se trata de un procedimiento relativamente sencillo que a menudo sólo requiere un adormecimiento localizado, y a menudo se puede realizar en la consulta del médico.