La segunda oportunidad de Greed llegó cuando el príncipe Ling se encontró ante Padre. Un ambicioso príncipe de Xing, no se opuso cuando Padre decidió utilizarlo como recipiente para Greed. De hecho, los dos se convirtieron en socios, y Greed empezó a sufrir algunos cambios de paradigma. Cuando Greed tropezó con uno de sus antiguos secuaces, al no reconocerlo, el homúnculo lo mató por desprecio. Ling se opuso a esta brutalidad sin sentido, y los recuerdos de Greed de su vida pasada comenzaron a regresar. Ling le dijo que los amigos y los aliados son valiosos y que no hay que abusar de ellos ni darlos por sentado, y Greed se sintió atormentado por sentimientos encontrados.
Con el tiempo, lentamente, Greed empezó a ver las cosas a la manera de Ling y Ed: que los seres humanos son criaturas poderosas que merecen la pena y que imponen un gran respeto. Greed afirmaba que se ponía del lado de la pareja porque eran secuaces útiles, pero sus verdaderos motivos eran más sentimentales que eso. Avaricia luchó de buen grado a su lado contra gente como Orgullo, Gula e Ira, y en el Día Prometido, Avaricia valoraba a Fu y Lan Fan tanto como el propio Ling. A estas alturas, Greed no estaba motivado por la avaricia, sino por el deseo de proteger a las personas más preciadas para él, como un verdadero héroe shonen.
Esto llegó a su punto álgido cuando Padre se estaba desmoronando poco a poco. Greed no quería otra cosa que destruir a su despreciable creador, y cuando Padre intentó absorberlo, Greed lo saboteó con su Escudo Definitivo. Greed puede reorganizar el carbono de su cuerpo para formar una capa exterior casi indestructible, como un diamante. Esta vez, lo utilizó para hacer que el cuerpo de Padre se ablandara como la mina de un lápiz, y Padre se hizo polvo. Pero antes de ser destruido, Padre destruyó a su vez a Greed, y Ling agonizó al ver cómo su amigo y aliado se disolvía. Sin embargo, Greed estaba en paz con su muerte, satisfecho por haber logrado cosas tan grandes para sus queridos amigos y aliados.
Greed nació para librar a Padre de su avaricia, pero con el tiempo, aprendió a valorar a la humanidad y a dar su último tesoro por su bien: su propia vida.