El infanticidio, el asesinato del recién nacido. A menudo se ha interpretado como un método primitivo de control de la natalidad y un medio para librar a un grupo de sus hijos débiles y deformes; pero la mayoría de las sociedades desean activamente a los niños y les dan muerte (o permiten que mueran) sólo en circunstancias excepcionales. Entre los esquimales, por ejemplo, las condiciones de vida eran tan severas que a veces se acostumbraba a matar a las niñas poco después de nacer, para que no hubiera maridos capaces de mantenerlas. En la Polinesia, donde las poblaciones solían alcanzar una gran densidad, prevalecían prácticas similares. También se ha dejado morir a los niños o se les ha dado muerte con sanción cultural a causa de un apareamiento irregular (como el incesto o la concepción fuera del matrimonio), o por nacimientos anormales, o por razones similares. En muchas sociedades avanzadas, se ha matado a los niños en la creencia de que eso garantizaría la salud, la buena fortuna y la fertilidad en general. Las ofrendas religiosas, especialmente del primogénito, se conocen en la Biblia, así como en las historias de Egipto, Grecia y Roma. El sacrificio del primogénito era común entre muchos pueblos de la India; en este caso el motivo era la ofrenda de la posesión más preciada a las deidades. En las sociedades modernas la regulación de la población con anticonceptivos o mediante el aborto ha tendido a reducir en gran medida la frecuencia del infanticidio.
