La primera mitad de la película no está mal, salvo el prólogo, que no es necesario. Un chico joven y fotogénico con grandes sueños, acompañado de su fotogénica novia, utiliza un barco de poca monta para buscar un tesoro hundido bajo las claras y azules aguas de las Bahamas.
Los efectos visuales son deslumbrantes, con colores vivos y brillantes, y una estupenda fotografía submarina que capta imágenes de tiburones y peces reales, no falsos efectos CGI. La trama se mantiene lenta, perezosa y realista. El guión introduce entonces una pareja adicional, convirtiendo la historia en un montaje de personajes semidesconocidos. A medida que la trama se desarrolla, nuestras dos fotogénicas parejas encuentran algunas cosas interesantes bajo las olas, lo que acelera la tensión y el conflicto, y presenta a los personajes con dilemas morales.
Pero la segunda mitad se deteriora hasta convertirse en la típica película de acción de la cadena de montaje de Hollywood, con toda una serie de secuencias de edición superrápida y puntos argumentales tontos, totalmente irreales y fuera de control, espoleados por personajes periféricos que restan mucho protagonismo a las dos parejas. La acción frenética, acompañada de una música de fondo irritantemente frenética, arruina la segunda mitad, y se burla de la premisa de la historia.
La actuación está bien, supongo, dado que se trata de una película muy física en la que el atractivo físico y la agilidad probablemente significan más que las sutiles habilidades teatrales. Si hay un punto débil aquí es Scott Caan, cuyo engreído Bryce resulta ser un completo idiota, sin ninguna cualidad que lo redima.
«Into The Blue» es muy fácil de juzgar. Contiene una maravillosa fotografía, especialmente en los segmentos submarinos. Y los fuertes efectos visuales se apoyan en los impresionantes efectos de sonido. Pero la historia, aunque empieza bien, se hunde en la segunda mitad. La culpa la tiene el guión. Y, sin embargo, no puedo evitar pensar que el verdadero villano aquí es algún productor de Hollywood, que suele subestimar la inteligencia de los espectadores, y que piensa que la historia no importa realmente si hay suficiente atractivo visual y acción explosiva y alucinante.