Cada año, en los Oscar, las cámaras hacen un paneo hacia el famoso cartel de Hollywood y sus atrevidas letras blancas.
Pregunte a alguien hoy en día qué simboliza el cartel, y probablemente aparecerán las mismas palabras: Cine. El estrellato. Glamour.
Pero como señalo en mi libro sobre el cartel de Hollywood, el cartel no siempre representó la fama y la fortuna. A medida que la ciudad cambiaba, también lo hacía el significado del letrero, que, en un momento dado, fue incluso considerado una molestia pública.
¿Vienes a… Hollywoodlandia?
California ha poseído durante mucho tiempo el atractivo de la realización material y personal.
Lo que comenzó como un destino para aquellos que esperaban encontrar oro se convirtió, a finales del siglo XIX, en una meca para cualquier persona con dolencias reales o imaginarias. Las guías de viaje afirmaban que el clima templado y los manantiales naturales del estado poseían «poderes reconstituyentes para las disposiciones debilitadas»
Desde entonces, el oro del estado se ha agotado y la búsqueda de la salud perfecta se ha extendido al resto del país. Pero la erección del famoso letrero de Hollywood en 1923 marcó el inicio de otra fase, una que todavía nos acompaña.
Durante esa década, un grupo de desarrollo inmobiliario, uno de cuyos principales patrocinadores era el editor de Los Angeles Times Harry Chandler, construyó un gran letrero -esencialmente una valla publicitaria- en una montaña sin nombre entre la cuenca de Los Ángeles y el valle de San Fernando.
«Hollywoodland», decía el letrero. Sus 40.000 bombillas parpadeantes anunciaban una nueva urbanización construida para dar cabida a la creciente población de la ciudad, que se duplicó con creces durante la década de 1920 hasta convertirse en la quinta más grande del país, ya que la ciudad atraía a gente de todo el país por su clima, sus espacios abiertos y sus puestos de trabajo.
Una amplia vista del cartel de Hollywoodland. Breve historia del cine
La ciudad de Hollywood había sido absorbida por Los Ángeles sólo una década antes. Por aquel entonces, era una zona rica que había aceptado a regañadientes el negocio del cine. Muchas mansiones salpicaban las laderas de las colinas por debajo del cartel, y comunidades utópicas como Krotona, la sede en Estados Unidos de una organización mística llamada Sociedad Teosófica, habían surgido en las faldas de las colinas y en los pisos.
De acuerdo con esto, los primeros anuncios de Hollywoodland enfatizaban la exclusividad de la urbanización. Ofrecería un escape del smog, la suciedad y los vecinos no deseados del centro de Los Ángeles.
Salvando el letrero
Dado que el letrero ocupa un lugar tan prominente en el imaginario cultural de la nación hoy en día, puede resultar sorprendente saber que no fue hasta hace poco tiempo cuando alcanzó su estatus de icono.
En las décadas de 1930 y 1940, el letrero sólo aparece en unas pocas películas que trataban sobre Hollywood o la industria del cine. Otras instituciones de Hollywood, como el restaurante Brown Derby, solían representar el mundo del cine.
En la década de 1940, Los Ángeles -como ciudad y como símbolo- empezó a cambiar. Una densa niebla tóxica se asentó sobre la metrópoli, que se presentaría como el sombrío y tenebroso escenario de películas de cine negro como «El gran sueño» y «Double Indemnity».
El cartel -un poco más sucio, un poco más despojado- reflejaba la cambiante ciudad. Dado que en un principio se había concebido como un anuncio, pocos habían considerado su permanencia o su importancia a largo plazo.
La ladera donde se había construido era peligrosamente empinada; los trabajadores habían cortado las letras en finas láminas de metal, que clavaron en postes telefónicos. Los fuertes vientos podían arrancar las letras con facilidad y, a finales de la década de 1940, el deterioro era tan grande que la ciudad de Los Ángeles propuso derribarlo por considerarlo una molestia pública peligrosa.
En esta fotografía de 1978, los trabajadores se preparan para bajar la última letra del antiguo cartel de Hollywood que se encontraba en el lugar desde la década de 1920. Wally Fong/AP Photo
Esa visión despectiva del cartel comenzó a cambiar en 1949, cuando la Cámara de Comercio de Hollywood comunicó a la ciudad que se haría cargo de su propiedad y mantenimiento. Con ese intercambio, se eliminó el sufijo «land». Podríamos decir que en ese momento nació realmente el cartel de Hollywood que conocemos hoy.
Sin embargo, las mejoras y el mantenimiento se produjeron a trompicones. A principios de la década de 1970, se formaron comités para «salvar» el cartel con el fin de restaurarlo más allá de trabajos de pintura de mala calidad y reparaciones de parches.
Finalmente, en 1978 un comité encabezado por Hugh Hefner y Alice Cooper reunió los fondos -unos 27.000 dólares por letra- para no sólo reparar, sino reconstruir el cartel.
Hoy en día las grandes letras blancas son un elemento permanente en el paisaje de Los Ángeles, e incluso ha resistido los intentos de los vándalos aventureros de emular al estudiante de arte que, en 1976, retocó el cartel para que dijera «Hollyweed.»
A su manera, estos vándalos intentan hacerse con su propia porción del sueño de Hollywood: una búsqueda no del oro ni de la salud, sino del reconocimiento y la fama, ya sea por talento, ambición o selfie.
Hoy el cartel de Hollywood se mantiene firme. Reed Saxon/AP Photo
Leo Braudy, Cátedra Leo S. Bing de Inglés y Literatura Americana, Universidad del Sur de California – Dornsife College of Letters, Arts and Sciences
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el artículo original.