La intervención médica del «sueño crepuscular», o el uso de una mezcla de escopolamina y morfina para anestesiar a las parturientas, causó furor entre los médicos y las feministas de principios del siglo XX. Las sufragistas y las defensoras de los derechos de la mujer lideraron la Asociación del Sueño Crepuscular en un intento de animar a los médicos y a sus pacientes femeninas a adoptar ampliamente esta práctica. Las activistas consideraban que el método revolucionaba el proceso de parto, notoriamente peligroso y doloroso para las mujeres, y pregonaban sus beneficios como la clave para permitir a las mujeres controlar su experiencia de parto en una época en la que la tasa de mortalidad materna seguía siendo alta a pesar de los avances médicos en obstetricia. Sin embargo, muchos médicos atacaron esta práctica por considerarla peligrosa para las pacientes y sus bebés, y por ser contraria a las expectativas de una feminidad adecuada y del deber de ser madre. Los historiadores de la salud de la mujer han citado, con razón, el Sueño Crepuscular como el inicio de la medicalización y despersonalización del proceso de parto en el siglo XX. Este artículo, en cambio, vuelve a situar los argumentos políticos feministas a favor del método como un importante precursor de la retórica del primer movimiento de control de la natalidad, liderado por Mary Ware Dennett (una antigua líder de la Asociación del Sueño Crepuscular) y Margaret Sanger. Tanto el Sueño Crepuscular como el movimiento de control de la natalidad representan un momento distinto de principios del siglo XX en el que el dolor estaba profundamente conectado con la política y la retórica de la igualdad de derechos. Las dos reformistas destacaron en sus publicaciones y llamamientos al público la gran importancia social del dolor reproductivo, tanto físico como psicológico. Sostenían que la falta de control de las mujeres sobre el embarazo y el parto representaba el mayor obstáculo para el cumplimiento de sus derechos políticos y un peligro para el desarrollo saludable de la sociedad en general. En sus argumentos a favor de la anticoncepción legal, Dennett y Sanger situaron el dolor de las mujeres en primer plano como la razón principal para cambiar una ley que impedía la plena participación de las mujeres en el orden público.