Latifundio, plural Latifundia, cualquier finca agrícola antigua romana que utilizaba un gran número de trabajadores campesinos o esclavos.
El antiguo latifundio romano se originó a partir de la asignación de tierras confiscadas por Roma a ciertas comunidades conquistadas, a partir de principios del siglo II a.C.. Anteriormente, en la Grecia clásica del siglo V a.C., se cultivaban latifundios de gran tamaño para obtener grandes beneficios, basándose en lo que se conocía de la agricultura científica. Más tarde, en la época helenística (a partir del 323 a.C.), los gobernantes, ministros y otras personas adineradas, así como algunos grandes templos, poseían grandes propiedades. En dichas fincas había una serie de actividades económicas y, en consecuencia, una amplia división del trabajo, unos esclavos y otros libres.
Los romanos de clase alta que poseían latifundios disponían de capital suficiente para mejorar sus cultivos y su ganado con nuevas cepas, lo que ponía a los pequeños propietarios campesinos en desventaja competitiva. De este modo, el latifundio sustituyó prácticamente a la pequeña granja como unidad agrícola regular en Italia y en las provincias en el siglo III d.C. En el latifundio se situaba la villa o casa solariega; los esclavos contaban con el ganado, los aperos de labranza y otros bienes muebles. En los últimos tiempos del imperio, el trabajo de los esclavos se encareció y fueron sustituidos por más coloni, o agricultores arrendatarios, que cultivaban pequeñas parcelas. A medida que el imperio declinaba y desaparecía en Occidente (siglo V d.C.), los latifundios adquirieron gran importancia no sólo como centros económicos sino también políticos y culturales locales.
En América Latina el latifundio fue introducido como institución semifeudal por los colonos ibéricos y se perpetuó ampliamente en la hacienda (q.v.).