Bajo el liderazgo del estadista británico Edward G. Wakefield, los primeros colonos británicos de Nueva Zelanda llegan a Port Nicholson, en la isla de Auckland.
En 1642, el navegante holandés Abel Tasman se convirtió en el primer europeo en descubrir el grupo de islas del Pacífico Sur que más tarde se conocería como Nueva Zelanda. Al intentar desembarcar, varios miembros de la tripulación de Tasman fueron asesinados por guerreros del pueblo nativo maorí, que interpretaron el intercambio de señales de trompeta de los europeos como un preludio de batalla. Las islas, que recibieron el nombre de la provincia holandesa de Zelanda, no atrajeron mucha más atención europea hasta finales del siglo XVIII, cuando el explorador inglés James Cook viajó por la zona y escribió relatos detallados sobre Nueva Zelanda.
Los halcones, los misioneros y los comerciantes siguieron, y en 1840 Gran Bretaña se anexionó formalmente las islas y estableció el primer asentamiento europeo permanente de Nueva Zelanda en Wellington. Ese año, los maoríes firmaron el Tratado de Waitangi, por el que reconocían la soberanía británica a cambio de la garantía de posesión de sus tierras. Sin embargo, el conflicto territorial armado entre los maoríes y los colonos blancos continuó hasta 1870, cuando quedaban pocos maoríes para resistir la invasión europea.
Originalmente parte de la colonia australiana de Nueva Gales del Sur, Nueva Zelanda se convirtió en una colonia separada en 1841 y se hizo autónoma en 1852. El estatus de Dominio se alcanzó en 1907, y la independencia total se concedió en 1931 y fue ratificada por Nueva Zelanda en 1947.