El otro día estuvimos viendo La favorita -gran película, por cierto- y cada vez que aparecían personajes masculinos en la pantalla me surgía una pregunta: ¿para qué demonios llevaban peluca? Ambientada a principios del XVIII, durante el corto reinado de la reina Ana, los personajes masculinos de La Favorita llevan pelucas largas, blanquecinas y muy rizadas que parecen muy evidentemente falsas y, sinceramente, pican bastante y son incómodas. Y por lo visto lo eran.
La moda vino de Francia, cuando el rey de moda Luis XIV empezó a llevarlas tras notar un retroceso en su antes voluptuosa y admirable cabellera. El pobre no podía lidiar con su propia calvicie, así que decidió usar una peluca para compensar la falta de pelo natural. Una peluca así requería 40 fabricantes de pelucas muy experimentados -se avecinaban buenos tiempos para el gremio- y poco después su cabeza real estaba preparada para el éxito.
Las mejores pelucas se hacían con pelo humano, pero también había opciones más baratas hechas con pelo de caballo o de cabra. Las pelucas eran pesadas y no muy cómodas, y se añadían encima de un pequeño gorro que servía de capa protectora para una cabeza recién afeitada.
Pero -ya sabes- ¡todo el mundo quería estar tan a la moda como el rey de Francia! Y, quiero decir, quién puede culparles.
Avance cien años, y es el siglo XVIII, cuando los hombres empezaron a añadir polvo blanco a sus pelucas porque – bueno – ¿por qué no? Al parecer, las mujeres se empolvaban las suyas -no una peluca completa, sino más bien un peinado- gris o azul, pero el pelo blanquecino se dejaba para sus homólogos masculinos.
Las pelucas empolvadas (hombres) y el pelo natural empolvado con postizos suplementarios (mujeres) se convirtieron en algo esencial para las ocasiones de vestir completas y siguieron usándose hasta casi el final del siglo XVIII. – Wikipedia
Durante el siglo XVIII, sin embargo, la moda de llevar pelucas empezó a perder su antiguo brillo y las pelucas se hicieron más pequeñas y formales, utilizándose como parte de un uniforme para ciertas profesiones. Es comprensible que las pelucas se convirtieran en un faux pas de la moda en Francia después de la Revolución Francesa, ya que eran percibidas como un accesorio «real».