¿Por qué no hay pingüinos en el Ártico?

Muchas aves marinas pueden volar y bucear, pero esto implica un compromiso. En general, cuanto mejor son en una, peor son en la otra. Para las aves marinas, llega un punto en el que las ventajas del vuelo no merecen la pena, sobre todo si no hay que preocuparse por los depredadores en tierra.

4. Una ventaja competitiva

Ser capaz de realizar inmersiones profundas y largas da a los pingüinos una ventaja competitiva cuando se alimentan en el medio acuático, que comparten con muchas ballenas, focas y aves mucho más grandes.

¿Hubo alguna vez pingüinos en el Ártico?

Sí. En 1936, un explorador polar noruego llamado Lars Christensen vio el potencial de una población de pingüinos en el Ártico. Arrancó nueve pingüinos rey de las playas de Georgia del Sur y los envió al norte a bordo del SS Neptune. Se instalaron en las islas Lofoten, donde estarían a salvo de los zorros y otros depredadores terrestres. A lo largo de la década siguiente, se introdujeron también otras especies de pingüinos, incluidos los pingüinos macaroni.

Su existencia en el Ártico duró poco, y la última vez que se les vio fue en 1949. Nadie sabe con certeza a dónde fueron o si consiguieron reproducirse, pero durante un breve periodo de tiempo, una hermosa isla del Ártico acogió a una pequeña población de pingüinos.

¿El pingüino del norte?

Lo más parecido a un pingüino ártico autóctono era el delicioso pinguinis impennis, un gran pájaro blanco y negro, que se extinguió en 1844. Más conocida como alca común, esta ave marina no voladora tenía mucho en común con los pingüinos actuales. Era ágil y grácil bajo el agua y podía sumergirse hasta 1 km (0,62 millas) de profundidad. Podía subir a la superficie a toda velocidad como un torpedo, irrumpiendo en el agua y saltando a las plataformas rocosas más arriba. Con una altura de entre 75 y 85 cm, su tamaño lo mantenía a salvo de todos los depredadores, excepto de los más grandes, como los osos polares y las orcas.

El alca común era muy conocida entre los marineros del norte. Durante cientos de miles de años se podía ver en toda la costa del Atlántico Norte, desde el norte de Canadá hasta Noruega, Groenlandia, Islandia y las Islas Feroe. Pero la presión de los humanos que las cazaban por sus huevos, su carne, su plumón -incluso los ejemplares, ya que cada vez eran más escasos- las llevó a la extinción.

Cuando los marineros del norte viajaban al sur, se encontraban con playas cubiertas de aves marinas blancas y negras. No podían volar, pero sí nadar. Recordaban a los marinos al gran pinguinis impennis, de ahí su nombre: pingüinos.

Aunque el Gran Alca nunca fue un pingüino «real», su legado sigue vivo en la denominación de nuestros amigos emplumados del hemisferio sur.

Una foto publicada por Aurora Expeditions (@aurora_expeditions) el 16 de Ene, 2016 a las 2:45pm PST

¿Veré alguna vez osos polares y pingüinos juntos?

Aunque algunos científicos y conservacionistas han considerado la posibilidad de asentar osos polares en la Antártida, el coste y la logística, así como la amenaza que esto podría suponer para los ecosistemas antárticos han mantenido la idea en la estantería. Por ahora, el único lugar en el que verás a pingüinos y osos polares juntos es en un documental o en un libro infantil. Pero eso no significa que no puedas visitar sus lejanos hogares y aprender cómo cada uno de ellos está adaptado de forma única a su entorno natural.

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Palabras de Nina Gallo, historiadora de Aurora Expeditions y guía polar certificada por la PTGA.

Nina se ha sentido atraída por las regiones polares desde su primera experiencia de otro mundo con el sol de medianoche en 2002. Desde entonces, ha pasado tiempo en el extremo norte de Canadá, el Himalaya, los Alpes y los desiertos de América y Australia, siempre buscando rincones tranquilos y salvajes para explorar. Se siente inmensamente privilegiada por viajar a estos lugares y comparte su pasión por el mundo natural, las historias humanas y la aventura con todas las personas maravillosas que conoce. Nina es la autora de Antártida, publicado por Australian Geographic en septiembre de 2020.

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