En 1775, el marqués de Sade escribió sobre ella: «Nunca he visto nada más sorprendente». Concedido, la cripta era de su gusto.
Mark Twain escribió sobre ella en su libro de 1869 Inocentes en el extranjero. Cuando Twain preguntó a uno de los monjes qué pasaría cuando él muriera, el monje respondió: «Todos debemos yacer aquí al fin». Y allí se acuestan. Unos 4.000 frailes capuchinos que murieron entre 1528 y 1870 siguen tumbados, colgados y, en general, adornando la cripta de Santa Maria della Concezione, en Roma.
En 1631, los frailes capuchinos, llamados así por la «capuche» o capucha adjunta a su hábito religioso, abandonaron el convento de San Buenaventura, cerca de la Fontana di Trevi, y vinieron a vivir a Santa Maria della Concezione, de la que sólo quedan la iglesia y la cripta. El cardenal Antonio Barberini (hermano del Papa y miembro de la orden de los capuchinos) les ordenó que llevaran consigo los restos de los frailes fallecidos a su nuevo hogar para que todos los frailes capuchinos estuvieran en un mismo lugar.
En lugar de limitarse a enterrar los restos de sus hermanos fallecidos, los monjes decoraron las paredes de las criptas con sus huesos como forma de recordar que la muerte podía llegar en cualquier momento. Una placa en la cripta reza: «Lo que tú eres ahora, nosotros lo fuimos una vez; lo que nosotros somos ahora, tú lo serás».
El osario contiene una cripta de cráneos, una cripta de huesos de piernas y, quizá lo más extraño, una «cripta de pelvis». Los monjes momificados estaban vestidos con ropas de fraile y colgados de las paredes y el techo. Con la llegada de la electricidad, se incorporaron accesorios de iluminación a algunos de los monjes colgados, lo que dio un nuevo significado a la frase «la luz eterna»
Un elemento destacado de la cripta es el esqueleto encerrado en un óvalo de huesos que sostiene una guadaña y balanzas, herramientas hechas completamente de, sí, huesos. Se dice que la cripta sirvió de inspiración para el osario de Sedlec, en la República Checa.