En los últimos años, las escuelas públicas se han enfrentado a una creciente presión externa para mejorar el rendimiento académico y las tasas de graduación. Las nuevas políticas estatales y federales -por no hablar de los llamamientos a la reforma por parte de los funcionarios electos, los medios de comunicación y las comunidades locales- han aumentado el escrutinio del rendimiento de las escuelas públicas, especialmente de los indicadores cuantificables de éxito, como las puntuaciones de las pruebas estandarizadas y las tasas de graduación, que ahora se informan ampliamente en los sitios web estatales y en las noticias. Dado que los malos resultados pueden tener diversas consecuencias para los distritos o las escuelas, que van desde la publicidad negativa hasta las reducciones presupuestarias, algunos críticos sostienen que las escuelas pueden estar más inclinadas a adoptar soluciones rápidas, incluidos los programas de recuperación de créditos que pueden reducir la deserción escolar, pero que lo hacen reduciendo las expectativas académicas y otorgando créditos a los estudiantes que siguen estando inadecuadamente preparados.
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