Si vives -o provienes- del continente Americano, y más específicamente de México, lo de «sobar la matriz” o las «sobadas” no te resultará un concepto extraño. Y es que, la sobada de matriz es una de las prácticas terapéuticas más extendidas del Yucatán con respecto a la salud reproductiva, el embarazo y el parto. La medicina tradicional de los pueblos indígenas mexicanos defiende que un problema por el que las mujeres pueden no quedar embarazadas es por sufrir «caída” o «bajada” de la matriz, lo que -según ellos- significa que el útero se encuentra desplazado de su sitio. El propósito de las sobadas de matriz es volver a colocar estos órganos en su sitio a través de un masaje.
Para entender este proceder debemos tener en cuenta cómo concibe la medicina tradicional indígena la idea del cuerpo; en estas sociedades la idea de orden tiene una representación muy importante y esta se expresa en la necesidad de posicionamiento y alineación de las partes del cuerpo respecto a unas coordenadas precisas. Fundamentalmente se considera que el cuerpo es un sistema integrado en el que cada órgano tiene una posición propia que debe ser mantenida, de esta forma se preserva el estado de salud. Según este pensamiento ciertos actos que tienen lugar en la vida cotidiana -como un sobreesfuerzo físico, una caída, levantar cosas pesadas o el mismo trabajo del parto- pueden hacer que estos órganos internos se muevan, ya que, son percibidos como partes móviles. Estos desplazamientos provocan malestar y/o problemas que sólo pueden ser solucionados cuando los órganos vuelven a su posición correcta. Para llevar a cabo este reposicionamiento sólo puede hacerse a través de sobadas.
Hay muchas ocasiones en las que se realizan sobadas de matriz; para quedar embarazadas es bastante frecuente, pero aún lo es más durante el embarazo. A partir del tercer o cuarto mes es muy habitual que las mujeres acudan a las parteras para realizarse sobadas con el fin de colocar bien al bebé. Muchas de estas prácticas simplemente tienen un carácter preventivo pues las parteras experimentadas afirman poder conocer la posición del bebé palpando el vientre de la embarazada. Asimismo, el trabajo de la partera y las sobadas se extienden hasta el puerperio.
En pleno siglo XXI, con toda la información científica y contrastada que tenemos a nuestro alcance, este tipo de prácticas suenan mágicas y anticuadas, más propias de sociedades que, ante la falta de competencias científicas, basaban su conocimiento en la observación y las suposiciones. De hecho, ningún ginecólogo o científico actual otorgan ningún tipo de credibilidad a las sobadas de matriz. Fundamentalmente porque se basan en principios erróneos: ni los órganos son estructuras que andan sueltas dentro del cuerpo, ni el útero es funcional únicamente si tiene una forma o posición determinada, -ya que, hoy en día se sabe que existen muchas variantes anatómicas que se consideran normales y que por sí solas no son un factor de esterilidad- que además, no tiene sentido pensar que se puede manipular o cambiar de lugar con una manipulación externa.
Las sobadas de matriz y el prolapso uterino
Sí existe una patología denominada prolapso uterino que ocurre cuando los músculos y los ligamentos del suelo pélvico se debilitan y dejan de funcionar como sostén del útero, lo que provoca que este se deslice hacia la vagina llegando incluso a sobresalir. Esta patología puede no producir síntomas o, en caso de ser grave producir ciertas molestias como problemas de incontinencia urinaria, preocupaciones sexuales, dificultad para evacuar heces, sensación de pesadez… Los ejercicios para fortalecer el suelo pélvico o, en casos muy graves, la cirugía, son los únicos tratamientos contra este mal, que nada tiene que ver, con el que, en teoría, solucionan las sobadas.
Sin embargo, si hay un aspecto en el que las sobadas de matriz pueden resultar beneficiosas, y es el que hace referencia al aspecto psicosomático. Existen supuestos tratamientos o maniobras que si bien no tienen ningún efecto fisiológico sobre las personas, psicológicamente si influyen de manera positiva en el individuo, lo cual, no deja de ser beneficioso. Asimismo, en el caso de las poblaciones indígenas mexicanas, las embarazadas suelen encontrar en los momentos que pasan junto a las parteras una oportunidad para hablar del parto y del curso de la gestación, lo que convierte estos encuentros en algo más que unas prácticas terapéuticas, sino en un momento íntimo en el que se transmiten los saberes ligados al cuerpo, a la salud reproductiva y a la crianza.