Como madre de tres hijos, frecuentemente recibo una pregunta de madres y padres de dos hijos: «Ok, entonces el salto a tres… ¿qué tan malo es?».
Personalmente, la transición a tener un solo hijo fue la que más me sacudió. Quién es esta personita que llora sin parar (el mío tenía cólicos) y no tiene en cuenta cuándo me apetece sentarme/comer/descansar/dormir?
¿Qué. En. la tierra.
Pero una vez que te acostumbras a dos niños, tres es prácticamente una variación del tema. Ya has experimentado hacer malabares simultáneamente con las demandas de más de un niño, y sabes que no puedes estar en más de un lugar a la vez.
Esto es lo que me encanta y aprecio de tener tres hijos:
Hay dos (o uno) de ti y tres de ellos. Un adulto simplemente no puede estar ahí en todo momento para atender sus necesidades individuales. Así que tienen que aprender a ser más independientes.
Los niños aprenden a ayudarse unos a otros.
Esta no es una situación en la que se estén *criando* unos a otros, pero sí que aprenden a ayudarse, porque… refiérete al #1. El mayor y el mediano aprenden la responsabilidad y el liderazgo, y el menor y el mediano (el mediano recibe la bonificación de ambos) crecen en el liderazgo mientras lo ven modelado delante de ellos.
Tienes más ayudantes en casa.
Una vez que tengan la edad suficiente, puedes hacer que corten el césped, hagan la colada y frieguen el suelo, todo al mismo tiempo, mientras tú te sientas y metes la nariz en un buen libro. Vale, es una broma. Más o menos.
Tienes más compañeros de juego incorporados.
Para todos esos días en los que te quedas encerrado por el tiempo, no tienes ganas de salir de casa o simplemente no quieres molestarte en planear una cita para jugar, ya tienes una en tu casa. Dicho y hecho.
Los niños tienen la oportunidad de desarrollar múltiples relaciones con otros.
¡A y B, B y C, A y C, y A, B y C! Estas combinaciones ayudan a tus hijos a aprender a estar con niños con personalidades diferentes y a llevarse bien. Cuando uno necesita espacio de otro, hay otras opciones para que interactúen.
Tener tres hijos destruye bastante la ilusión de que tú, como padre, tienes el control.
Esto es algo bueno. Nunca tuviste el control de todo, y ser superado por los pequeños te lo recuerda. Yo encontré esto como un regalo, tanto en el nacimiento de mi tercero como desde entonces. En cuanto nació el tercero, sentí la libertad de dejarme llevar y conformarme con hacerlo lo mejor posible.
Es divertido.
Tres son multitud, y esto es siempre tan cierto con tres niños. Además, tienes un equipo de baloncesto incorporado. Vale, yo odio el baloncesto, pero puede que a ti te guste. Pero realmente, el amor crece con cada miembro que se añade a la familia, y conocer y disfrutar de cada uno de tus tres hijos es realmente un tesoro (no, esto no es una tarjeta de Hallmark).
¿La vida es una locura? Pues claro que sí. Nunca se ralentiza. Pero ser padre de cualquier número de pequeños es probablemente lo más loco que hayas hecho nunca. Me arrepiento de haber tenido tres? Nunca. De verdad. Me encanta nuestra familia de cinco.
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