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Bloomberg News informó recientemente que los estadounidenses consumieron menos de 1 libra de carne de cordero por persona el año pasado. Sólo la mitad de la población estadounidense ha probado a comer cordero.
No obstante, el número de restaurantes que sirven cordero está aumentando porque a los comensales les gustan las aventuras de comer alimentos que normalmente no preparan en casa, según Bloomberg.
Me deja perplejo por qué más gente del hemisferio occidental y de Australia no come cordero cuando es tan sabroso y ha encontrado el favor en África, Europa y Asia. Hay una deliciosa razón por la que las ovejas -y sus primas, las cabras- fueron el primer ganado domesticado por nuestros antepasados: Su carne tenía un gran sabor y era muy nutritiva.
Las ovejas y las cabras salvajes fueron domesticadas hace unos 10 o 12 mil años en el suroeste de Asia. El hecho de que ninguna de las dos especies tuviera garras o dientes afilados les convenía para la domesticación. Sus principales defensas eran huir y darse de bruces.
La tendencia de ovejas y cabras a agruparse también fue favorable para su domesticación. Los perros, que ya estaban domesticados, se adaptaron fácilmente a ayudar a sus amos humanos a pastorear los rebaños.
Además de su carne, las ovejas y las cabras también daban productos que los primeros productores ganaderos aprovechaban. Tenían un pelo largo y un vellón más suave por debajo que podía utilizarse para confeccionar prendas de vestir; sus pieles podían utilizarse para fabricar artículos de cuero; sus huesos, cuernos, tendones, vejigas y estómagos podían utilizarse para fabricar herramientas y recipientes; y su leche podía beberse o convertirse en queso para su consumo.
Mis conocimientos sobre las ovejas y las cabras son deficientes porque nunca las he criado. Mis amigos que han criado una o ambas especies dicen que ambas se vinculan fácilmente con sus cuidadores y todas tienen personalidades diferentes. Son difíciles de separar.